jueves, 17 de abril de 2014

Preferentes, primera parte.

Durante los años 98  99 y 2000 (en plena burbuja tecnológica) los bancos se dedicaron a vender a clientes particulares unos productos denominados Contratos Financieros Atípicos (CFAs). Estos productos se caracterizaban por abonar una retribución muy por encima del mercado (en torno al 7% anual) y a un plazo de entre 2 y tres años. Estos productos tenían la “peculiaridad” de que el capital final a percibir (la retribución estaba garantizada) estaba condicionado a la evolución de la cotización de una acción de referencia. El valor más utilizado fue el de Telefónica, aunque se usaron otros

Así resultaba que se daba un valor (strike)  a Telefónica de tal forma que si finalmente a vencimiento la acción de telefónica cotizaba por encima del strike el cliente recibía el capital íntegro pero si la acción estaba por debajo de dicho precio el cliente adquiría dichas acciones al precio del strike.
Por poner un ejemplo,  recuerdo que consecuencia de uno de esos contratos,  en uno de los grandes bancos  se compraron a los clientes acciones de telefónica a 22 euros cuando la acción estaba por aquellas fechas (mayo 2003) a 10 euros. Es decir una pérdida sobre el capital de casi el 60%.
Y qué tipo de clientes fueron los afectados…..los mismos que las participaciones preferentes, personas sin conocimientos financieros que simplemente habían confiado en la profesionalidad del director de su sucursal bancaria.



Pero desgraciadamente, por aquel entonces no hubo titulares de prensa, no apareció nada en los medios de comunicación y  no hubo manifestaciones en público, quizás si las hubiera habido la historia de las  preferentes habría sido distinta.  Solo hubo gente que sufrió en silencio y muchos de los que fueron a los Tribunales lograron recuperar su dinero, sin necesidad de MIFIDs y demás leyes inútiles.

Y digo que la MIFID es inútil porque los abogados de un determinado banco la alegan como argumento de defensa en las reclamaciones de Preferentes al manifestar que el cliente había firmado el INÚTIL test de conveniencia.
 

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